Pigmentos y momias



¿Sabías que hasta hace poco más de cien años los pintores podían usar pintura hecha con momias del antiguo Egipto? Lo has leído bien, y quizás ahora comprendas mejor la maldición del arte contemporáneo.


La historia de esta curiosa pintura se remonta a la creencia medieval en las propiedades curativas del betún. El betún es un término que engloba diferentes compuestos que tienen en común su viscosidad, inflamabilidad, negrura e insolubilidad en agua.


En la época clásica se le atribuyeron diferentes propiedades curativas al betún, y de ahí pasó a popularizarse de nuevo en la medicina de la Edad Media tardía. Pero entonces el betún comenzó a escasear…


Y en este punto es cuando uno se entera de que la palabra 'momia' viene de 'mumiya'. Es decir, 'betún' en árabe clásico. Y esto significa que a algún visionario se le ocurriría sacar 'mumiya' de los numerosos restos humanos del Antiguo Egipto, y así empezaron a llamar 'betún' a esos restos humanos.


De esta manera, muchos europeos comenzaron a restregarse polvo de momia por la piel, a disolverlo en bebidas curativas y muchas más cosas. En suma, leían las instrucciones de ese medicamento y consultaban al farmaceútico.


En este contexto, un nuevo color empezó a aparecer en las paletas de los artistas. El ‘marrón momia’, de un tono rojizo, se confeccionaba con polvo de momia, mirra y brea.


El color fue ganando popularidad y hay constancia de que fue usado por pintores como Delacroix, aunque resulta extremadamente difícil identificarlo químicamente y sólo es posible hacerlo mediante testimonios.


Finalmente, una anécdota marcó el fin de la popularidad del color. A finales del siglo XIX, Edward Burne-Jones, un pintor prerrafaelita, fue invitado a ver cómo trituraban una momia para fabricar el pigmento.


El pobre hombre no sabía que la pintura se elaboraba con ese material y, tras tamaño descubrimiento, optó por enterrar solemnemente en su jardín su último tubo de color marrón momia.


Desde entonces el pigmento fue perdiendo popularidad y dejó de fabricarse a comienzos del siglo XX.


Espero que os haya gustado esta curiosa historia. Y recordad que la manera más digna de llegar a la posteridad no es momificarse, sino encargar aquí un buen retrato al óleo que (quizás) pueda llegar a contener sucesivas inmortalidades en sus colores.